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Los que éramos jóvenes, adolescentes, o menos jóvenes en la década del 50 compartimos vivencias de las que los jóvenes de hoy no participan.
Fuimos cómplices de los viajes en tranvía; las compras en Gath y Chaves; los veranos en el río, en el Balneario Municipal; las funciones de cine francés en el Versailles...
Claro que mucho quedó hasta hoy de aquellos años: como ayer, viajamos en subte, tenemos televisión, comemos milanesa con papas fritas, festejamos los 15 años, tomamos té con masitas en Las Violetas, vemos teatro en el Payró…
Aunque en estos momentos, así de golpe, estamos todos, grandes y chicos temerosos, pendientes de una enfermedad desconocida hasta ayer. Postergamos los besos, evitamos abrazos, nos lavamos las manos con gel, buscamos butacas aisladas en el cine…
Y en estos momentos, también así de pronto, más allá de las nostalgias de la vida cotidiana y de la inquietante realidad actual, los que éramos jóvenes, adolescentes o menos jóvenes en la década del ’50 revivimos aquella nuestra propia y tristísimo experiencia, la de una epidemia espantosa que causó siete mil víctimas, niños de todos los grupos sociales sin distinción. El nuestro fue el lugar del mundo con más enfermos de poliomielitis. Sólo la aparición de vacunas contuvo el mal.
Buenos Aires vivió horribles días de angustia. Se establecieron cordones sanitarios en plazas y escuelas. Los troncos de los árboles y los cordones de la calle fueron blanqueados para la desinfección y las veredas de la ciudad nunca lucieron tan limpias.
Los sobrevivientes que sufrieron algunas terribles secuelas podrían ampliar estas líneas. Viejitos y vejeces en su entrega de hoy comenzó con recuerdos casi melancólic0s, no intentamos volver a ellos. Ofrecemos nuestra sentida evocación por todos los que sufrieron en aquellos años y nuestros deseos para que el dolor de hoy ni se arrime a aquel terrible que jóvenes, adolescentes y menos jóvenes compartimos en los días del ’56.
Fuente: Blog Viejitos y vejeces. http://blogs.clarin.com/viejitos-y-vejeces/posts
Publicado el 11 Jul 2009 Por albapi9 # Enlace permanente
Fuimos cómplices de los viajes en tranvía; las compras en Gath y Chaves; los veranos en el río, en el Balneario Municipal; las funciones de cine francés en el Versailles...
Claro que mucho quedó hasta hoy de aquellos años: como ayer, viajamos en subte, tenemos televisión, comemos milanesa con papas fritas, festejamos los 15 años, tomamos té con masitas en Las Violetas, vemos teatro en el Payró…
Aunque en estos momentos, así de golpe, estamos todos, grandes y chicos temerosos, pendientes de una enfermedad desconocida hasta ayer. Postergamos los besos, evitamos abrazos, nos lavamos las manos con gel, buscamos butacas aisladas en el cine…
Y en estos momentos, también así de pronto, más allá de las nostalgias de la vida cotidiana y de la inquietante realidad actual, los que éramos jóvenes, adolescentes o menos jóvenes en la década del ’50 revivimos aquella nuestra propia y tristísimo experiencia, la de una epidemia espantosa que causó siete mil víctimas, niños de todos los grupos sociales sin distinción. El nuestro fue el lugar del mundo con más enfermos de poliomielitis. Sólo la aparición de vacunas contuvo el mal.
Buenos Aires vivió horribles días de angustia. Se establecieron cordones sanitarios en plazas y escuelas. Los troncos de los árboles y los cordones de la calle fueron blanqueados para la desinfección y las veredas de la ciudad nunca lucieron tan limpias.
Los sobrevivientes que sufrieron algunas terribles secuelas podrían ampliar estas líneas. Viejitos y vejeces en su entrega de hoy comenzó con recuerdos casi melancólic0s, no intentamos volver a ellos. Ofrecemos nuestra sentida evocación por todos los que sufrieron en aquellos años y nuestros deseos para que el dolor de hoy ni se arrime a aquel terrible que jóvenes, adolescentes y menos jóvenes compartimos en los días del ’56.
Fuente: Blog Viejitos y vejeces. http://blogs.clarin.com/viejitos-y-vejeces/posts
Publicado el 11 Jul 2009 Por albapi9 # Enlace permanente